En un ambiente de profunda devoción y esperanza, se celebró este lunes el cuarto día de novenario en honor a la Virgen de Caacupé.

Monseñor Pedro Noguera estuvo a cargo de la homilía. Foto: Gentileza
La misa fue presidida por el monseñor Pedro Collar Noguera, cuya homilía estuvo centrada en la construcción de la fraternidad como fundamento del bien común.
En su reflexión, el religioso enfatizó que el bien común, piedra angular de la doctrina social de la Iglesia, no es una idea abstracta, sino una responsabilidad compartida que busca el bienestar integral de todas las personas.
Citando al papa Benedicto XVI, el monseñor Noguera recordó que el amor al prójimo se hace más eficaz cuando se trabaja por estructuras sociales justas que respondan a las necesidades reales de la gente.
El obispo subrayó que la misión de la Iglesia solo es posible donde existe comunión. La falta de fraternidad debilita el testimonio y la credibilidad del Evangelio, sostuvo.

La homilía estuvo centrada en la construcción de la fraternidad como fundamento del bien común. Foto: Gentileza
En ese sentido, retomó el relato de Caín y Abel como advertencia sobre cómo la negación del hermano destruye la convivencia y oscurece la relación con Dios.
Inspirado en la comunidad cristiana primitiva, resaltó la importancia de la solidaridad concreta, donde los bienes, las responsabilidades y la vida misma se compartían según las necesidades.
Desafíos que claman fraternidad en Paraguay
El obispo invitó a mirar el país con sinceridad, reconociendo realidades que contradicen la fraternidad: pobreza extrema, hacinamiento carcelario, indígenas en situación de calle, violencia, abusos, narcotráfico, trata de personas y polarización social.
Ante esto, propuso cuatro caminos: conversión personal, servicio, diálogo social y sinodalidad.
El religioso recordó que la transformación de la sociedad comienza por la conversión de los corazones. En esa línea, citó a la Madre Teresa: “Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo primero”.

Miles de fieles llegan hasta la villa serrana. Foto: Gentileza
Asimismo, enfatizó que el pueblo no pide sacerdotes perfectos, sino cercanos. “Un sacerdote que no escucha no podrá hablar al corazón”, expresó.
Igualmente, llamó a promover el diálogo como herramienta para superar divisiones. “Jajotopa, ñañomongueta, ñañopytyvõ”, exhortó.
También recomendó vivir la sinodalidad. “Es aprender a caminar juntos, escucharnos y discernir en comunidad. Esta actitud debe extenderse a la sociedad, promoviendo una cultura del encuentro y derribando muros de indiferencia”.
El monseñor concluyó recordando que el Paraguay es de todos, y todos somos responsables de generar condiciones que dignifiquen la vida humana.






