En el predio de la Asociación de Artesanos de Areguá nació hace 20 años el horno Noborigama, una enorme bestia de fuego que alcanza 1300 grados y que crea maravillosas figuras y colores.
El Noborigama es un horno de tres cámaras construido en una pendiente del terreno para que los gases y el fuego lleguen a todas las cámaras y el proceso de creación de los productos es de 10 a 12 días en total, para formar, con apariencia de vidrio, las figuras de arcilla.

El horno Noborigama crea maravillosas figuras y colores. Foto: gentileza
La idea inicial era sencilla y ambiciosa, era simplemente hacer porcelana en Paraguay; hasta ese entonces nuestro país solo contaba con la materia prima que era la arcilla roja del suelo paraguayo.
La Agencia Japonesa de Cooperación Internacional reajustó el proyecto, donde adaptaron los materiales, modificaron los procesos, y el sueño tomó una nueva forma para crear piezas de arcilla con apariencia de vidrio.
Al respecto, Teodoro Olazar, artesano de la zona, explicó que fueron los primeros artesanos de Areguá quienes les dejaron su técnica para poder seguir creando un arte que se transmite de generación en generación.
“Nos enseñaron las técnicas, teníamos la base, nosotros sabíamos cómo preparar lo que es la cerámica normal y detrás de esto estuvo un socio fundador que nos dejó la técnica y gracias a él y otros socios fundadores que dijeron vamos a hacer porcelana por primera vez”, refirió.
Sostuvo que el proyecto comenzó entre 2005 y 2006, pero al principio, pocos conocían este tipo de cerámica. Fue recién durante la pandemia que el público empezó a descubrirla.
Modo de uso del horno Noborigama
Primero se carga la arcilla en las cámaras del horno, tras esa cocción inicial, las piezas se sumergen en el esmalte y vuelven a entrar al horno, esta vez para una cocción larga, intensa, de entre 32 a 36 horas ininterrumpidas.
Durante ese tiempo, los artesanos se turnan para alimentar el fuego. En las primeras ocho horas, la temperatura sube a 500 grados; en las siguientes ocho, otro operario se encarga de llevarla a los 900.

En el predio de la Asociación de Artesanos de Areguá nació hace 20 años el horno Noborigama. Foto: gentileza
Dentro del horno, un pequeño cono de control sirve como testigo silencioso del proceso. A través de un visor, los artesanos lo observan con paciencia.
Cuando el cono se derrite y cae, es señal de que la temperatura y el tiempo han alcanzado su punto. Entonces, se realiza una o dos cargas más de leña y, finalmente, el fuego se apaga.
Como si se tratara de magia, aunque todos sepan que es fruto de técnica, pasión y paciencia, aparecen las piezas terminadas. Tienen colores profundos, texturas únicas y formas que parecen haber nacido del mismo fuego.
De esa manera, en la ciudad de Areguá, la arcilla se transforma en arte y el fuego, lejos de consumirlo todo, da vida una obra invaluable.